Las disipaciones del cartógrafo Theodor Glyck

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Pablo Andrés Escapa

Resumen

Del cartógrafo holandés Theodor Glyck únicamente sabíamos de su propensión a la invisibilidad y de su clausura en una cárcel de Burgos, pasado el medio siglo XVII. Ambas condiciones -la invisible y la prisionera- están conciliadas en un extraño cuadro del pintor de Friburgo, afincado en Aix-les-Bains, Pieter Moss. En un alarde elíptico, por no decir tenebrista, el pincel de Moss nos deja ver una mano del cartógrafo aplicada a dibujar un mapa sobre un pergamino. El fulgor que revela la mano es ojival y se derrama de la altura. El resto del lienzo es oscuridad de la que únicamente nos redime el título: Retrato de Theodor Glyck en su celda de Burgos, 1661. Si la provisión de azar que gobierna el mundo y su memoria no nos tuviera acostumbrados a sus laboriosos caprichos, podríamos atrevernos a negar que la pintura de Moss está inspirada en el recóndito testimonio de un tal Marcos Picavia, que en febrero de 1662 depuso ante un secretario de la Santa Inquisición estas curiosas palabras: «Como un milagro, en el estrangulamiento de luz que la saetera dejaba morir sobre la piedra húmeda del suelo, surgió la mano blanquísima de Glico, la cual, con la pluma que antes dije de faisán y sobre el dicho pergamino, dio en aventurar la mansa curva con que la ínsula de Barbanaglia entretiene dulcísimamente el mar por su costado más remoto». El manuscrito con la deposición de Picavia sobre el prisionero Glyck -o Glico- es parte de la herencia archivística que Sir Archibald Lorimer ha decidido preservar de la curiosidad erudita en su casa de campo en Dartmoor. «Mi abuelo confiaba en el prestigioso horror de Baskerville para alejar a las visitas; yo me limito a recomendar a los pescadores de truchas que acceden a mi propiedad que eviten la niebla, y que empleen imitaciones de la Whickham's Fancy al ponerse el sol», reconoce el caballero inglés en la carta que acompaña el enví-o del testimonio de Picavia. «No me consta que ese tal Moss tuviera conocimiento de nuestro archivo familiar. Acaso mi abuela Loretta, que acudía a tomar las aguas de Aix-les-Bains por razones periódicamente sentimentales, pudo haber intimado con el pintor y hablarle del cartógrafo. O tal vez no», vacila Sir Archibald en otro párrafo. Ofrecemos ahora un resumen del curioso documento que debemos a la amabilidad de este diletante caballero inglés. Lorimer es un entusiasta defensor de la doma clásica -al modo ilustrado por el duque de Newcastle en su célebre método de vestir caballos- y de la teoría que ve en el temblor que experimenta el mar las noches de plenilunio, una causa determinante de la fluidez con que los equinos del mundo, aun los que dormitan lejos de los acantilados, abandonan su sopor para intercambiar relinchos hexamétricos. Mucho nos tememos que esta propensión de Sir Archibald a la hipérbole haya perjudicado el rigor de la transcripción que nos remite. En el peor de los casos, los hechos referidos en el documento no rebajan el misterio del cuadro de Moss, que sigue seduciendo a los alegres bañistas de Aix-les-Bains en el recibidor del hotel Bourget, al final del paseo que conduce al lago desde la estación.

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Cómo citar
Andrés Escapa, P. (2000). Las disipaciones del cartógrafo Theodor Glyck. AVISOS. Noticias De La Real Biblioteca, 6(23), 3-4. Recuperado a partir de https://avisos.realbiblioteca.es/index.php/Avisos/article/view/159
Sección
Cuento de Navidad