Libros de la librería del señor Bruna que pidió la Real Biblioteca
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Resumen
En julio de 1807, el ministro de la Audiencia de Sevilla, Francisco Díaz Bermudo, redactó un inventario que enumeraba la librería que Francisco de Bruna había dejado a su muerte. Su destino era la Biblioteca de Carlos IV. Con ese listado delante Ramírez de Alamanzón escogió, en octubre de 1807, doscientos veinticinco impresos y treinta y cinco manuscritos que quedaron en el Palacio Nuevo, sede de la Real Biblioteca Particular del monarca (1). De los libros que se dejaron para la Real Pública, actualmente la Biblioteca Nacional, no se tiene noticia precisa pero sabemos que su bibliotecario mayor, Pedro de Silva, también se sirvió del inventario hecho en Sevilla para proponer su propia selección. El modesto listado que ahora que transcribe podría reflejar alguna de esas elecciones. Las dos entradas marcadas con un asterisco en el documento original y la advertencia asociada «estos no han venido», se aviene con la conjetura del destino de estos libros como parte de la colección real pública. Porque de este conjunto, solo el Apiano (R.B. I/D 59) y el Nobiliario (R.B. VII/1057) están representados en la Particular.