Pedro M. Cátedra & Anastasio Rojo, Bibliotecas y lecturas de mujeres, siglo XVI, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, Salamanca, 2004
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Resumen
Una muchedumbre de lecciones pueblan este admirable libro, que hasta en sus declaraciones más obvias parece contener una voluntad de renovación y en el hecho de no evitarlas servirse de una conveniencia argumental para llegar más lejos en lo que se daba por sabido. «La relación entre la mujer y el libro es una evidencia que va desde la Edad Media hasta la época de la máxima aculturación tipográfica urbana», se nos dice en la página 86. Y a tan tímida altura, en una obra cuyo discurso supera las doscientas -a las que se añaden otras tantas de contenido documental-, ya están los ánimos del lector ganados para entender que acaso hasta la publicación de este volumen la familiaridad de las mujeres y los libros era un lugar común cómodamente alegado pero precariamente descrito. Porque -y esto sí es una evidencia- nadie nos había ilustrado con tanta amenidad, con tanta intención de representar las maneras lectoras de un siglo y con tanta pericia sobre los sutiles modos de ser amigos los libros y las mujeres en un mundo, no lo olvidemos, hecho a la medida de los hombres que lo gobernaron con sus leyes y lo llenaron con sus libros. Algunos de ellos bien hostiles con la condición lectora de la mujer. «Sepa ella muy bien usar de una aguja, de un hueso y una rueca, que no á menester usar de una pluma», exigía Pedro Sánchez en su Árbol de consideración y vana doctrina (Toledo, Juan Rodríguez, 1584, fol. 127v).