Niebla

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Pablo Andrés Escarpa

Resumen

El escaparate de Belarmino Quirós -paraguas, bastones y sombreros de paño- era un raro espejismo en el que las horas hubieran afianzado su condición de meras ilusiones del tiempo pasajero para asumir un destino inmóvil. Aquella quietud de los objetos, acaso reforzada por la edad de los arcos de la plaza que amparaban el negocio y por la sonería sin memoria de las campanas vecinas de la catedral, le daban a la tienda de don Belarmino una consistencia utópica, de islote varado en alguna fecha que el viento hubiera arrancado del calendario para ir a perderla en un rincón de la historia del que ya no era posible regresar. La desorientación, para quien no conociera el escaparate detenido en un repertorio que llevaba años sin ceder a la más mínima mudanza, aún era mayor cuando se ponían los ojos en cierta esquina del espacio acotado por el cristal. Allí, desafiando estaciones y calendarios, surgía la conmoción de un paraguas invertido sobre el suelo, un paraguas invertido y abierto como se abre una mano dispuesta a recibir lo que quieran echarle. Y lo que acogía aquel cuenco de tela negra sobre la que don Belarmino había pegado unas estrellas doradas, no era otra cosa que la representación de un sagrado misterio: en una intemperie atravesada por un laberinto de varillas -lo cual bien podía hacer más lacerante el desamparo nocturno sugerido por la noche estrellada del paraguas-, una mula y un buey velaban sobre un pesebre vacío. En seguida se advertía la rareza del cuadro, que alentaba toda suerte de explicaciones desconcertadas entre quienes se paraban a observarlo desde el exterior. Porque se podía esperar que faltara el Niño cumpliendo con el escrúpulo de las tradiciones, que entre los más celosos de guardarlas mandan esperar por la llegada de una noche precisa de diciembre para dejar al hijo de Dios expuesto al mundo. Pero es que tampoco había virgen pendiente del milagro. Solitario frente a las pajas desnudas, la figura de san José parecía consolarse de ausencias en el abrazo de su cayada florida. Era como si la añoranza labrase cada voluta del palo y toda la pena del mundo hubiera ido a prenderse de aquel báculo que sostenía el cuerpo inclinado de un hombre sin consuelo. En las alturas, colgado del puño del paraguas, que sugería el remate de un mástil torcido y revelado por estrellas, volaba un ángel sin gloria que cantar bajo los pies.

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Cómo citar
Andrés Escarpa, P. (2011). Niebla. AVISOS. Noticias De La Real Biblioteca, 17(65), 6-8. Recuperado a partir de https://avisos.realbiblioteca.es/index.php/Avisos/article/view/466
Sección
Cuento de Navidad