Gramáticas y vocabularios griegos en la Casa del Sol
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Resumen
En 1599 la librería de don Diego ya era más que una incipiente biblioteca, y al margen de lo que vendría después, que fue mucho, su contenido revela una inclinación preferente por la historia y los papeles de índole memorialista [cfr. RB II/2222, fols. 112r-133v]. Dentro de lo que hoy entendemos ampliamente por literatura, las preferencias de Gondomar eran entonces más poéticas que narrativas –si bien no andaba escaso de caballería impresa– y la lengua que predomina absolutamente, en todas las materias, es el castellano. La nómina de autores clásicos ya era relevante –Plauto, Terencio, Livio, Lucano, Salustio, César, Cicerón, Virgilio, Séneca, Tácito, Curcio Rufo, Solino, Eutropio, Aristóteles, Plutarco, Apuleyo, Esopo y Jenofonte–, pero a ninguno los leyó en su lengua original, sino en traducciones españolas. A punto de trasladarse a Valladolid, en 1600, no hay entre los libros de nuestro hombre de estado gramáticas ni vocabularios para aprender otras lenguas, salvo el toscano de Cristóbal de las Casas. La presencia de este libro, entonces singular en la casa del Sol, cabe vincularla al menos con tres posibilidades: una insegura estancia juvenil de don Diego en Italia; la traducción de los sermones de Cornelio Musso que él auspició y cuya versión manuscrita aparece entre los libros «de quarto pliego» [II/2222, fol. 121r], y una posible herencia libraria de su suegro don Lope de Acuña, hombre de cierta cultura y notable militar en el Milanesado. Aparte de este incipiente interés por la lengua de Italia, cabe mencionar en el inventario que puede fecharse en torno a 1599, un «Arte en lengua española para aprender la lengua arábiga» [II/2222, fol. 127r], posiblemente el Arte de Pedro de Alcalá (Granada, Juan Varela de Salamanca, 1505; RB I/B/123, con signatura antigua de la casa del Sol).