El Bizancio de Luis XIV en la Real Biblioteca
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Resumen
España es uno de los pocos países de Europa en el que los estudios bizantinos no tienen hasta la fecha de hoy reconocimiento oficial, por lo que no es de extrañar que sea por lo general tarea vana intentar buscar en nuestras bibliotecas publicaciones sobre el imperio de Oriente anteriores a la segunda mitad del siglo XX. Es verdad que, gracias a la labor de un grupo reducido pero cualificado de helenistas españoles, entró en nuestro paí-s en el siglo XVI un número más que significativo de manuscritos de autores bizantinos (el núcleo más importante se conserva en El Escorial) pero ello fue debido al interés que suscitaban como representantes de una cultura que era valorada como puente y transmisora de conocimientos de la Grecia clásica, que era la que constituí-a el objeto esencial de las pesquisas humanistas en toda Europa. Sin embargo cuando a lo largo del siglo XVII empieza ya a estudiarse en Francia de forma sistemática el pasado histórico bizantino, España queda al margen de este movimiento, que con el paso del tiempo, y una vez transvasado a Alemania, da lugar al nacimiento de la moderna bizantinística en el XIX. Pese a todo, debido a la llegada de los Borbones y a la propia proximidad geográfica del vecino francés, los eruditos españoles de entonces no dejaron nunca de estar al tanto de las novedades de París. Llevados de esta moda entraron en las bibliotecas españolas muchos libros procedentes de Francia, entre los cuales se contaban también, ocasionalmente, publicaciones cuya adquisición venía determinada más por consideraciones de prestigio que de utilidad. Este es el caso de la colección de textos griegos medievales impresos en volúmenes en folio en las prensas reales del Louvre, en la segunda mitad del siglo XVII y primeros años del XVIII, y que los bizantinistas llaman simplemente el Corpus de París.