Granvelle, Villegaignon y los negocios portugueses en el horizonte atlántico de la paz de Cateau-Cambrésis

Resumen

Poëte, qui chante / la PAIX par tes vertus au monde renaissante». Con estos alejandrinos Guillaume des Autels [1559, Bv] reclamaba a Antoine Perrenot que pusiese sus ojos sobre La paix venue du ciel, el canto que, obsequioso, le había dedicado el poeta charolés de la Pléiade [Martin 2019]. Granvelle lo merecía, pues, en efecto, la paz de Cateau-Cambrésis marcó un momento especialmente brillante en su carrera como consejero de los Habsburgo.
Tras actuar como plenipotenciario ya en los preliminares celebrados en la abadía cisterciense de Notre-Dame de Cercamp en el otoño de 1558, el obispo de Arrás participó muy activamente en las negociaciones que condujeron a la definitiva firma del tratado el 3 de abril de 1559 [Haan 2010]. No obstante, este primer ápice de su fortuna se vio parcialmente frustrado con el rápido regreso a Castilla del rey Felipe II, una vez muerto su padre el emperador. Esta jornada alejaba al nuevo monarca de los Países Bajos y del eje italiano-borgoñón, un horizonte septentrional en el que Granvelle parece haberse movido especialmente bien.